Aprendizajes en mi viaje a Boston 1



Aprendizajes en mi viaje a Boston 




Aeropuerto Logan - Boston
Recientemente viajé por primera vez a Estados Unidos. 

Me regalé de cumpleaños un viaje a la ciudad de Boston (Massachusetts), nunca imaginé que iba a ser más que solo visitar una nueva ciudad, que me estaba regalando una gran experiencia de vida, que retaría a mi cuerpo y a mi mente, y que sobretodo me dejaría grandes enseñanzas, aprendizajes que entendí valiosos para mi vida y que les compartiré en varias entradas esperando también sean útiles para ustedes. Gracias por acompañarme.

Día 1
Paciencia que somos humanos.

Después de 9 horas de espera en dos aeropuertos y de quizás 10 horas de vuelo en dos aviones diferentes, llegué al aeropuerto de Boston, pisando suelo norteamericano por primera vez. 


Me sentía ansiosa, era la primera vez que viajaba sola tan lejos, sin amigos y sin familia, no sentía que dominara el idioma inglés y temía la percepción que podrían tener hacia los colombianos (ya saben, normalmente hablan de Colombia en películas de narcotráfico y otros escenarios que tampoco son recomendables, espero ésto cambie para mejor cada día pues nuestro país es mucho más que eso).


En fin, una larga fila en inmigración nos esperaba, todos estábamos cansados y mi aventura apenas iniciaba esa noche porque debía buscar un taxi que me llevara a la casa dónde me instalaría por 15 días y debía comprar en el aeropuerto una tarjeta para usar en el transporte que tomaría temprano en la mañana siguiente.


Para mi tranquilidad, al llegar donde el oficial de inmigración, éste me atendió muy amablemente, cruzamos un par de frases y me dio la bienvenida a la ciudad. Luego, busqué la máquina para comprar la tarjeta de transporte, no entendí bien cómo funcionaba pero finalmente la compré y salí a buscar el taxi. 


Un viento helado me recibió como aclarándome que ya estaba muy lejos de casa.


Tomé el taxi y le dí las indicaciones al taxista para llegar a la casa donde dormiría... para mi sorpresa, el taxista no conocía la dirección, sin embargo, usando el GPS iniciamos nuestra búsqueda. ¡Y se perdió! me llevó a otro lugar, el miedo a no hablar bien inglés se desvaneció, y apareció el miedo a perderme en mi primer encuentro con la ciudad. ¡Dominé el idioma como nunca!


Respiré profundo, el taxista era simplemente otro ser humano, paciencia... me dije. Calma... mientras respiraba de nuevo y con amabilidad revisé con él de nuevo la dirección, sólo había sido un error de calle. 


Con la dirección corregida, nos pusimos de nuevo en camino y ésta vez llegamos al lugar, ambos contentos, tranquilos, en buen tiempo y él aceptó su error y no me cobró más de la cuenta que debía ser desde el principio.


¿Por qué traigo esta experiencia como aprendizaje? ¿Qué hubiera pasado si me hubiera enojado con el taxista, lo hubiera insultado, o me hubiera puesto a llorar al sentirme perdida?


¿Cuántas veces olvidamos que las otras personas son seres humanos como nosotros y que en ocasiones simplemente son errores sin mala intención? 


Juzgamos la intencionalidad de las acciones y es allí donde nos perdemos como personas. Podemos maltratar y herir al otro con nuestros señalamientos y con nuestro trato. 


Todo es más fácil cuándo se tiene paciencia, paciencia con nosotros mismos, paciencia con el otro, y un poco de buena fe y de esperanza. 


Siempre es mejor creer que desconfiar, creer construye relaciones, desconfiar las destruye.


Talvez nos falta aprender a respirar un poco más... 



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